El reconocido chef estrena negocio junto al madrileño parque del Retiro con Taberna Linaza donde demuestra una vez más su amplio bagaje y buen hacer.
Al leer el nombre de Óscar Portal, probablemente a muchos les venga a la cabeza el nombre de Volea y sus arroces en un club de pádel. Ahora, el gran talento de este chef se disfruta en Taberna Linaza, su nuevo proyecto en el corazón de Madrid, a solo unos pasos del Retiro. Una taberna ‘de buen comer’, como a él le gusta llamarla, con un toque castizo y algún que otro guiño francés con una oferta a la que es difícil resistirse.
El agradable espacio se divide en zona de barra con mesas altas y carta propia que recoge los imprescindibles de un tapeo muy castizo: Gilda, Boquerones en vinagre, Croquetas cremosas de jamón, Soldaditos de Pavía con tártara, Patatas bravas, Alcachofas al carbón con queso Payoyo, Callos a la madrileña con pata y morro…
Óscar completa su fantasía culinaria con un par de recetas francesas que borda gracias a su viajero curriculum: el incondicional Paté en croûte y un clásico que parece estar de vuelta en las cartas madrileñas: el Micuit de pato. La oferta en esta zona termina -o empieza- con una selección de ibéricos y molletes, entre los que destaca el de pastrami y queso scamorza y que además resultan perfectos para comer entre horas, por ejemplo, también en su terraza.
Tras la barra pasamos al salón, que se ‘divide’ en dos escenarios, pudiendo convertir el espacio del fondo en un semireservado. Aquí, además de algunos de los platos de la barra, Óscar incluye tres imprescindibles: Huevos Perigord, Anguila ahumada e hígado de pato -otra vez con Francia presente- y Chipirones Linaza.
Todos perfectos para compartir. Entre los segundos destacan la Merluza en porrusalda -para comerse el caldo a cucharadas-, el Cochinillo con jugo de pimentón y la Costilla de ternera con crema de ajos. Por supuesto, no falta un recuerdo a esos arroces que enamoran en Volea… Aquí sirve el Arroz meloso con sepia y ajetes y también el Fideo rossejat con gamba roja. Para el dulce final, el tiramisú es directamente una locura, y su Tatín de manzana, la perdición de los amantes de este postre originario también del país vecino.
La bodega, corta pero variada, acompaña a la perfección con clásicos y joyas, opciones para todos los bolsillos. El atento personal hace que cada servicio sea una experiencia agradable que apetece repetir.