La saga continúa en el restaurante Manolo 1934

Manuel, Paloma y Juan son los tres Rodríguez que, desde la jubilación de su padre José Ramón en 2022, continúan con el legado de su padre, su abuelo y su bisabuelo.

José Ramón (el tercero de la familia en regentar el negocio) estuvo al frente del Restaurante Manolo 1934 durante más de 40 años. Aunque algunos de quienes hoy siguen comiendo en sus clásicos salones o desayunando en la barra más modernizada recuerdan haber conocido también al abuelo Enrique, él es sin duda quien ha mantenido contenta y fiel a la clientela en las últimas décadas.

En pandemia se adaptó a los tiempos y se mantuvo activo con la comida a domicilio, pero en 2022 pensó en su merecido descanso. Fue entonces cuando sus tres hijos, que se criaron entre fogones pero tomaron sus propios caminos -Manuel, historiador del arte; Paloma, profesora; y Juan, que viene del sector de la banca-, se reunieron y decidieron continuar con el precioso legado familiar. ‘El Manolo’ sigue muy vivo y con mucha cuerda por delante.

Juan, el pequeño de los tres, es quien se encarga de la sala con su hermana, y siempre con una sonrisa como la que lucen el resto de entregados y amables camareros. Y es el mayor, Manuel, quien se pone ahora el delantal a diario y se mete en cocina con su equipo a replicar las recetas que durante tantos años han enamorado en el barrio de Moncloa: Pulpo a la gallega; Mollejitas de cordero encebolladas y reducidas con vino blanco; Callos a la madrileña; Croquetas caseras de jamón y de cocido; Torreznos caseros con patata revolcona; Bocaditos de merluza rebozados o en su versión a la gallega; Calamares en su tinta; Flor de alcachofa rellena de champiñones y jamón; Cachopo de ternera con jamón serrano y queso, Paletilla de lechal al horno, Falso brownie de carrillada ibérica con salsa de chocolate o su también famoso Rabo de Toro son algunos de los platos más destacados del que todo el mundo conoce como ‘El Manolo’.

El cocido de ‘El Manolo’ ahora lo hace Manuel

Pero si hay una receta que goza de verdadera fama en la zona es el Cocido madrileño que sirven miércoles, sábados y domingos. Aquí se toma en dos vuelcos y con la rica pelota de miga de pan, ajo y perejil acompañando a las carnes y verduras en el segundo pase, como vienen haciendo prácticamente 90 años. Por si había alguna duda, sigue igual de rico porque la fórmula está manuscrita en el recetario familiar.

Entre los postres también mucho sabor a norte: Filloa rellena de crema pastelera, Dulce de café con helado de requesón e higo caramelizado, Nuestra tarta de queso cremosa con toque azul -otra que hay que apuntar en la ruta de tartas de queso de Madrid- y Arroz con leche y canela entre otros.

Historia desde sus platos hasta sus paredes

El primer tercio del restaurante está efervescente desde bien temprano con los desayunos. Tras las puertas, las otras dos salas del comedor contienen auténticas joyas envueltas en un estilo art déco que reflejan la pátina del tiempo. Una de ellas es la barra de estaño con la violetera en lo alto, que antes se utilizaba como lavador de vasos con agua continua. Es una reliquia rescatada de un anticuario de las que podría haber tan solo un par más en Madrid.

Las sillas también son piezas únicas que compró José Ramón hace años en el extranjero y permanecen intactas. Y separando ambos salones hay una vitrina con juguetes antiguos que coleccionaba el abuelo materno de los Rodríguez. Las paredes del local, concretamente las de la entrada, también son reflejo del cariño de personajes ilustres que han pasado por su sala, como es Almudena Grandes, una de las últimas. Y es que este restaurante está muy ligado a la cultura. Prueba de ello son las dos tertulias semanales con escritores que se organizan bajo su techo.

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