Carlos Maldonado es un joven de 27 años, de Talavera de la Reina -Toledo-, amante de sus orígenes manchegos quien, hace casi un año, inauguró un restaurante llamado Raíces, homenajeando ese amor que tiene a la ciudad y a sus gentes.
Carlos es, ni más ni menos, un tío sencillo. Carlos es Carlos, quien no para de reírle a la vida porque un día esta le ofreció sentarse en los tronos del olimpo televisivo gracias al programa MasterChef.
- ¿Qué hacías antes de ser una persona mediática?
Anteriormente, junto con mi padre, salía los domingos a repartir con una furgoneta productos de la tierra (quesos, chorizos, legumbres…) con nuestro megáfono. Nos llamaban ‘los del piripipi‘ por aquello de la música que salía por la megafonía… (risas) moviéndonos por los pueblos de la región. Éramos uno más que, de forma anónima, salían a buscarse la vida.
No me gustaba estudiar, es la verdad. Realmente yo quería, por entonces, ser un pasota y un “chulete”. Pero un día abres los ojos y sabes que la realidad es otra. Hay cocineros que tienen clara su vocación desde siempre pero este no fue mi caso. Nos dedicábamos a la venta ambulante, en la calle. Y eso es muy jodido. No generaba todos los beneficios que esperábamos. ¡Pero era un salida que teníamos!. Así que también me dediqué una temporada a trabajar de socorrista y de vigilante de seguridad. Este último trabajo fue el que me abrió los ojos porque estaba trabajando en un polígono industrial, sólo, de noche, donde hay mucha inseguridad casi doce horas… Uff!! (resopla).
- ¿Y cómo te hiciste cocinero?
La cocina me gusta pero nunca fue un campo del que me planteara vivir. La cocina me llamaba la atención desde un punto de vista de consumidor. Un día cambia mi concepto, sobre todo por la necesidad de buscarme la vida y un amigo cocinero, Iván Serrano -jefe de cocina del restaurante Valdepalacios y con una estrella Michelin- me dijo una frase que me marcó: “Siempre puedes ser cocinero. En la hostelería siempre hay hueco. Vente con nosotros y aprendes”. Y ahí descubrí este oficio. Pero a mí me gusta crecer y aprender. Me enganchó al instante. Para mi fue como una droga.
- ¿Cómo consigues meter la cabeza en Masterchef?
Yo soy un incrédulo totalmente con los programas de televisión, nunca me creía nada. No me llamaban la atención porque pensaba que estaba todo decidido. Un día mi madre me apuntó y, al tiempo, recibimos un correo electrónico diciendo que me querían conocer. Ella presentó una foto en la que yo hacía panes. Por entonces, yo hacía mucho fitness y por eso hacía panes para mi propia dieta, con harinas ecológicas integrales.
Desde mi punto de vista, creo que valoraron más mi personalidad que el plato que realicé porque en estos programas se presentan más de 16.000 personas de muchísimo nivel. Sí, esto es televisión. Sin ninguna duda MasterChef es un programa de cocina, pero al fin y al cabo, es un show.
- ¿Con quién de los miembros del jurado te encontraste más cómodo?
Con todos. Los chefs son enormes, majísimos. No son los demonios que parecen ser en la televisión. Son gente muy cercana. Jordi es un gigante… Tienes las puertas de su casas abiertas cuando quieras.
- ¿Pensabas que ibas a ganar?
Que va. En absoluto. ¿No te estoy diciendo que ni pensaba ni que fuera a entrar?. Pero cuando van pasando las semanas y vas cogiendo confianza, y te encuentras en la final, es cuando te dices “Ahora sí que quiero ganar”.
- ¿Cuánto tiempo dura vivir en la nube rosa en la que eres centro mediático?
Masterchef es un trampolín enorme. Es un trampolín que te lanza muy, muy alto pero tienes que saber gestionarlo porque te conoce todo el mundo. Desde el primer día sabes que eres una persona mediática a tiempo definido. Lo que no sabía era que la gente se había volcado tanto conmigo. La gente espera horas y horas por hacerse una foto contigo y no, precisamente, para probar tu comida. Eso te dice mucho. Puedo hacer lo que quiera porque mi cocina puede cambiar pero mi cara no.
- Carlos fue tocado por la varita mágica de la fama.
En realidad sigo siendo el mismo. Es la verdad. Soy amigo de mis amigos. A Carlos le conocen porque en un momento dado tuvo la suerte de salir en televisión en un programa de máxima audiencia sobre cocina. Pero a quien conocen es a Carlos MasterChef.
- Tu aire canalla y gamberro te crea un cliché. ¿Eres realmente así?
Sí. Totalmente (risas).
- ¿Y cómo continúa tu vida al salir del programa?
De alguna forma tengo alma de vendedor ambulante y quería seguir siéndolo. Las foodtruck están muy de moda y no hay mejor forma que mezclar mi antigua profesión con mi pasión. Mi padre me acompaña en este camino. Somos una familia y ha confiado en mí desde el principio… incluso más que yo.
Empezamos viajando por toda España en una camioneta que se caía a cachos, vendiendo hamburguesas, durmiendo en campings y sacando dinero. La bautizamos como «La Gamberroneta». Esa cocina gamberra la hacíamos tres chavales jóvenes (Álvaro, Armando y yo). Es, por ahora, una de las mejores experiencias de mi vida.
- ¿Cómo decides montar tu propio restaurante?
Ser el tío de las hamburguesas con la foodtruck termina cansando. Hay que ponerse un poquito más serio… aunque no demasiado (risas). Lo monté por cabezonería. Este es mi laboratorio de ideas, de platos… Un desahogo. Cuando sales del programa, para la gente de la calle eres el mejor chef del mundo, algo que es impensable, mientras que para los profesionales eres un showman, un “mindundi”. Y no es ni una cosa ni otra. Ni soy el mejor cocinero del mundo, ni tampoco por salir en la televisión dejo de ser un profesional. No tengo el nivel que tienen ellos porque llevan muchos años en la cocina y no se puede comparar en absoluto. Estamos aquí para luchar, para crecer y para hacerlo bien.
- ¿Aquí es, entonces, donde te conoces?
Puede ser. Aquí me siento tan a gusto porque vuelvo a ser yo. Cuando sales en la televisión dejas de ser un poco tú. Puedes estar trabajando dieciseis horas supercansado pero sales a la calle y te piden un autógrafo. Y se lo tienes que dar porque realmente se lo debes. Son gente que te han estado apoyando… Jamás niego una fotografía. Si eres un showman es porque la gente te ha puesto ahí. Y se lo debes.
- ¿Te consideras un showman?
Claro que soy un showman. Un showman y un cocinero. Carlos MasterChef es el showman que vende para marcas y la gente conoce. Carlos Maldonado es un cocinero que trabaja aquí. Es un profesional que trabaja dieciseis horas, que llega a las siete y no se va hasta las tres de la mañana. Pero luego voy a un showcooking donde se lo tienen todo preparado y ahí es cuando Carlos MasterChef sale a la luz. Entonces, lo “petamos”. (Más risas). Si fuese a estos eventos como Carlos Maldonado no lo “petaría”. Hay chefs que son grandísimos profesionales que no son mediáticos o que no han salido en la televisión porque no les han dado la oportunidad.
- ¿Cómo ha ido discurriendo este tiempo desde que inauguras Raíces?
Enormentemente agradecido. Este año ha sido muy duro. He aprendido mucho sobre lo que significa la hostelería. He vivido y he llegado a dormir aquí. Todo el mundo habla de la cocina y ve que es muy atractiva, pero están viendo la parte expositiva. La realidad es otra. La cocina son muchas horas de sacrificio y de aprender día a día. No solo eres cocinero, ni showman, sino que tienes que ser empresario. La popularidad es muy buena, es lo mejor que te puede pasar a la hora de montar un negocio. Hay que saber en cada momento dónde estás. Se puede morir de éxito.
- ¿Cuántas personas trabajan contigo?
Once, más seis en el Casino, un local que hemos recién inaugurado en Talavera. En Raíces abrimos jueves, viernes, sábados y domingos. Aquí puedes comer por un menú del día de 29 euros. También disponemos de dos menús degustación de 45 o 55 euros.
- ¿Cómo definirías tu cocina?
Tradicional pero con toques vanguardistas. Utilizamos muchos productos locales, por no decir que el cien por cien de los productos son de la zona, de km0. Mi carnicero me enseña los corderos con los que trabajamos, los jabalís se cazan en nuestra sierra… Los son postres también tradicionales. Nos basamos en la tradición con un toque divertido, de vanguardia… tal como yo soy (risas).
- ¿La denomirarías una cocina fusión?
No creo en ese concepto. Estamos en el siglo XXI. Lo que hay que hacer es crecer culturalmente y gastronómicamente. Considero que lo que ahora estamos llamando fusión en un futuro será tradición. Somos cuidadanos del mundo y la cultura del mundo es una. Debemos derribar fronteras en vez de levantarlas. La globalización hace que la tradición se dirija hacia otra parte. No es fusión, sino absorción.
- ¿Con cuáles chefs te sientes identificado?
Básicamente Jose María Arzak y Carlos Arguiñano, entre otros, quienes marcaron un antes y un después, y forman parte de la evolución gastronómica de España. Son cocineros tradicionales ahora pero, para su época, fueron revolucionario. Han marcado un antes y un después en la cocina española, igual que lo hizo El Bulli, de Ferran Adriá. El concepto de la cocina no deja de ser “crear con cosas de ayer y de hoy”. Por eso nos centramos en nuestra tierra, en respetarlas y traer aquí lo que siempre hemos tenido. También tengo que decir que me siento identificado con muchos chefs que no son tan reconocidos públicamente. Hay muchos “arzaks” por ahí fuera.
- ¿El concepto que ahora se está vendiendo es más mediático que profesional?
No sé lo que se está vendiendo pero en la escuela de cocina en la que he estado estudiando son muy realistas. Son como un restaurante. Se trabaja muchísimo a todos los niveles. Es la profesión más bonita del mundo pero se trabaja muchísimo. Puedo salir cómo sea de casa, pero llego aquí y todo empieza a fluir. Es como un vicio porque me siento cómodo.
- Has hablado antes de otro local en el que estás trabajando, el Casino
Así es. Nos hemos metido en otro magnífico follón llamado Gastrobar, un nuevo local en Talavera de la Reina situado en el Casino. Es un concepto muy divertido con una decoración disparatada, pero cuidada, para que la gente se sienta agusto. Los precios de Raíces son muy asequibles pero quizás no lo son para todo el mundo. Por eso me gustaría que Carlos llegase a donde se ha dirigido siempre, a la calle. El estilo es el mismo que Raíces pero con una cocina más económica, más street, con menos parafernalia.
- Con todo este ritmo, ¿Le dedicas tiempo a tu familia?
Poco. Se lo debo. Ahora tenemos que sembrar. Espero que me entiendan. Sé que puede parecer muy egoista pero es lo que tenemos que hacer si queremos crecer. Hay que ser constantes, sacrificarnos y luchar para conseguir unos objetivos. Ahora mismo esto es necesario.
- Nos llama la atención tu tatuaje del ajedrez ¿A que se debe?.
La vida es pura estrategia y así lo identifico. Representa el paso del tiempo pero no deja de ser un juego. Puedes tener estrategia que tengas pero, al final, la última decisón la define la suerte.
- Se te reconoce a distancia. ¿Qué le dirías al público en general?
Básicamente agradecer lo que me está pasando por todo el apoyo que estoy recibiendo de la gente. A esa que se levanta por la mañana y me da los buenos días a través de las redes sociales y desde cualquier parte del mundo, incluso México, Cuba o Venezuela. No hay forma de agradecer un apoyo tan enorme y que crean en una persona que apenas conocen. Gracias.
- Una última pregunta. ¿A quién gustas más, a seguidores o a seguidoras?
A la par (risas, risas y más risas).