El renacimiento del pan de masa madre

En un mundo donde la velocidad y la inmediatez rigen nuestras vidas, el pan de masa madre se erige como un símbolo de resistencia y autenticidad.

Iker Oroz, Premio Nacional de Gastronomía La Razón 2024, decidió un día cortar con todo y comenzó su pasión por el pan tras una potente historia personal. Como bien lo expresó Vanessa Kimbell: «Viviendo en un mundo de prisas, de presiones por hacerlo todo al instante, el pan sigue siendo la base de la vida y algo que todas las culturas tienen en común.» El acto de hacer pan no solo implica alimentar al cuerpo; es una forma de reconectar con nuestras raíces, con la tierra y con tradiciones ancestrales que se han mantenido casi intactas durante miles de años.

Elaborar pan de masa madre es una de las formas más antiguas de hacer pan, un proceso que ha perdurado hasta nuestros días casi sin alteraciones. Esta técnica milenaria no solo se enfoca en la creación de un alimento, sino que también simboliza una conexión más profunda entre el ser humano y la naturaleza. Desde la antigüedad, el pan ha sido mucho más que un simple sustento; ha representado ofrendas divinas, como en los rituales dedicados a la diosa Ceres, y ha sido un símbolo espiritual en diversas religiones, como el cristianismo, donde representa el cuerpo de Cristo.

El proceso

El proceso de crear pan de masa madre implica algo más que una mezcla de ingredientes; requiere intuición, paciencia y un delicado balance entre la técnica y el arte. Tal y como lo decía San Francisco de Asís: «Quien trabaja con las manos, su corazón y su cabeza es un artista.» En la elaboración del pan, se refleja esta filosofía: es un ejercicio de humildad y creatividad que conecta al panadero con cada etapa del proceso.

La masa madre, un simple cultivo simbiótico de levaduras y bacterias originado por la mezcla de harina y agua, no solo transforma el sabor del pan, sino que también mejora su valor nutritivo y digestibilidad. Este proceso, liderado por bacterias de ácido láctico, ofrece un sabor más profundo y una textura única que el pan industrial no puede replicar.

Transformación personal

Iker Oroz, un apasionado panadero, es un ejemplo de cómo este arte puede transformar vidas. Oroz no siempre fue panadero; su historia con el pan comenzó por necesidad. Como muchas personas, experimentó problemas digestivos y de salud relacionados con el consumo de pan industrial, que lo llevaron a cuestionar la calidad del alimento que comía. Decidido a no renunciar a un alimento que tanto amaba, Iker se embarcó en un viaje de autodescubrimiento a través del pan, aprendiendo a elaborar sus propios panes saludables en casa.

Lo que comenzó como una necesidad personal pronto se convirtió en una pasión inquebrantable. El pan no solo le permitió a Iker mejorar su salud física, sino que también se convirtió en un catalizador para su bienestar mental y emocional. “Cada vez que amasaba, me sentía mejor,” relata Iker. “Mi cuerpo mejoraba con cada barra de pan que salía del horno, y eso me motivaba a seguir perfeccionando mi técnica.” Este proceso de creación no solo transformó su forma de comer, sino también su manera de vivir y ver la vida.

Autocuidado en la cocina

Para Iker, hacer pan se convirtió en un ritual de conexión consigo mismo y con su entorno. El pan de masa madre no es simplemente un producto; es un reflejo del cuidado y la dedicación del panadero, de la simbiosis entre la tradición y la innovación. En su caso, también fue una manera de rebelarse contra los dictámenes médicos que le prohibían hacer pan debido a sus problemas de dermatitis. Desafiando las advertencias, Iker encontró en el pan no solo una terapia, sino una manera de vivir plenamente.

La historia de Iker ilustra cómo el retorno a lo esencial, a prácticas culinarias ancestrales, puede ser un acto de resistencia frente a un mundo que nos exige apresurarnos. En lugar de sucumbir a los productos ultraprocesados y de rápida producción, muchos como él han optado por ralentizar, escuchar a sus cuerpos y reconectarse con los procesos naturales de los alimentos. Esta reconexión no solo mejora la salud física, sino también la emocional, al brindar un espacio de meditación y autocuidado en la cocina.

Movimiento global

La panificación de masa madre se ha convertido en un movimiento global que desafía las normas de producción industrial. Es una celebración de la paciencia y la simplicidad, un recordatorio de que las cosas buenas requieren tiempo. En un mundo donde todo parece instantáneo, el pan de masa madre nos enseña que la verdadera gratificación se encuentra en el proceso, no solo en el resultado.

Más allá de los beneficios nutricionales, la elaboración de pan de masa madre ofrece un espacio para la creatividad, la introspección y la conexión con los demás. Cada barra de pan cuenta una historia, no solo de la tierra de donde proviene el trigo, sino también de las manos que la amasaron. Es un acto de amor, un homenaje a nuestras raíces y un símbolo de la resiliencia humana.

Así, mientras el mundo sigue acelerándose, el pan de masa madre nos invita a parar, a respirar y a recordar que las cosas más valiosas no son las que se obtienen al instante, sino aquellas que se crean con paciencia, dedicación y amor.

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